La crisis ha puesto el foco en el sistema de salud y la inyección inmediata de recursos para equiparlo, llenar sus almacenes, contratar más profesionales, articular los sistemas públicos y privados, armar un comando potente supraministerial para vencer esta batalla de corto plazo llamada epidemia de coronavirus… con la tenue esperanza de que no vuelva a ser dejado de lado para la próxima batalla.
A la par, a lo que no se ha puesto en el foco, es al sistema que garantizaría el éxito de la guerra del largo plazo contra la pobreza, inequidad, discriminación, exclusión y falta de iniciativas para innovar y resolver creativa y efectivamente los grandes problemas nacionales. Me refiero a la educación. Allí no hay un comando articulador supraministerial que lidere esa guerra, no se han colocado recursos para dotar a todo el país de acceso a internet y a todos los hogares de una laptop o al menos una tableta que permita el acceso a la educación a distancia; las instituciones educativas privadas y en particular los centros de educación inicial están dejados a sus suerte, con los dos millones de estudiantes a su cargo que se verán afectados porque a la falta de continuidad del servicio presencial no se le ha asistido oportunamente con opciones para valorar y potenciar la educación a distancia, que paradójicamente, es la que hace tiempo debería ser parte integrada de la presencial porque es la forma de aprender en el siglo XXI.
Se discute si la educación virtual tiene igual jerarquía que la presencial (pese a que esta no existe), la recuperación de clases (imposible) y el menor costo que debería tener esta otra modalidad educativa a cargo de los mismos colegios que la ofrecían de modo presencial y que tienen que seguir operando a capacidad plena del profesorado y la administración. No hay líneas de ayuda, no hay declaraciones contundentes del gobierno sobre el tema, no está en la agenda de urgencias del MEF, en suma… no parecen importar mucho. Para extremo, los niños están ausentes de todo discurso oficial. No existen. Los gobernantes no se dirigen a ellos, ni siquiera con una expresión de empatía y esperanza.
En ese contexto se habla de los heroicos médicos, enfermeras, personal de hospitales y ambulancias… y realmente lo son, pero no se habla de esos otros héroes, los maestros, cuyo rol crucial para la salud mental y el vínculo con el empeño por aprender es fundamental.
En circunstancias en las que los niños no pueden salir de casa, no hay clases, y los padres (a veces uno solo) están crecientemente atareados y estresados procurando ingresos que mantengan activa la economía familiar, el único soporte emocional y vínculo con el mundo exterior y las oportunidades de aprendizaje escolar que tienen los niños son las maestras y los maestros que tienen al otro lado de la pantalla. Es verdad que no abarcan a todo el país, pero llegan a una parte importante de los niños que podría crecer si el gobierno se lo propusiera. Esos momentos del día en el que los niños conectados por vías digitales a los maestros tienen una sensación de propósito, de continuidad académica, de vínculo afectivo con su profesor o profesora, interacciones con compañeros así sea a distancia, en los que hablan de sus preocupaciones, temores, angustias, expectativas y también sobre asuntos de interés escolar que son parte del paquete. Esos maestros no solo les están ayudando a salvar la continuidad de sus aprendizajes escolares; están dándole una poderosa válvula de escape a su estrés y cuidando su salud mental, que es un bien que debería ser tan o más apreciado que el número de capítulos abarcados en los libros escolares.
Estos maestros están trabajando hoy más que antes, porque deben organizar su vida personal y hogares a la par que cumplen en el mismo espacio y tiempo con sus labores profesionales. Además, deben aprender a marcha forzada sobre el uso de medios digitales y formatos de elaboración de material de estudio y retroalimentación para lo cual no fueron preparados previamente. Por si fuera poco, deben dedicar tiempo adicional para apoyar a estudiantes que se van quedando relegados o a los padres que tienen consultas específicas al respecto. Lo más importante es que entregan una enorme porción de su energía psíquica para atender y cuidar a los niños, dejando de lado cualquier angustia que está golpeando duramente a todos los padres y profesionales que imaginan un futuro turbulento.
¿Qué escuchan estos maestros en los medios? Por un lado, hay un vacío gubernamental en defensa de los maestros y el esforzado trabajo que hacen por el único medio posible, que es el virtual. Por otro lado, la desvalorización de la educación a distancia, pese a que todo el esfuerzo adicional que ponen los profesores para que los estudiantes aprovechen la única opción a su alcance para no romper el vínculo con la continuidad escolar. Finalmente, en el caso de los colegios privados, la presión para que no se paguen las pensiones o reducirlas con cargo a algún tipo de acuerdo futuro que los maestros sospechan que implica cierre de instituciones, despidos, reducciones de sueldos…
Creo que las maestras y maestros del Perú merecen más que esto. Muchos de ellos tienen historias realmente heroicas de cómo dejan de lado todo con tal de cuidar a sus alumnos. Soportan estoicamente las quejas de padres, las dificultades de aprender a trabajar a distancia, el vapuleo de los medios y sus propias angustias existenciales, por entregarse a su vocación.
Los maestros del Perú merecen más…
Fuente: https://www.trahtemberg.com/