La formación presencial convivirá con la tecnología a distancia, y el papel de los profesores será el de acompañar al alumno más que transmitir conocimientos
La emergencia sanitaria ha trastocado el sistema educativo. Suspender las clases en todo el territorio español fue la primera medida que adoptó el gobierno. Y con ella una serie de decisiones que tuvieron que adoptar los responsables de los centros educativos sobre la marcha. Entre ellas, adaptar la formación a un nuevo formato a distancia, procurando que ningún alumno quedara desatendido por no disponer de los medios tecnológicos para seguir con la formación. Porque si algo ha puesto de manifiesto esta crisis es la brecha digital.
Bien lo sabe Mª Pilar García, directora del instituto público Jerónimo González, en Sama de Langreo (Asturias): “Se ve todo muy bonito lo de la enseñanza a distancia, y nos creemos que todo el mundo tiene un ordenador e internet, pero no es así. En nuestro entorno, la mayoría de las familias tienen solo un teléfono móvil, y ya hay muchas que están empezando a pasar apuros”. Esta es una de las realidades que puede hacer que haya alumnos que se puedan quedar atrás, como también el hecho de que los profesores tengan que adaptarse a este nuevo contexto, “aprender cosas nuevas en poco tiempo, a manejar herramientas nuevas, porque se da por hecho que los centros estamos equipados para ello”. Nada más lejos de la realidad.
Según García, que forma parte del Programa de Liderazgo Educativo de la Fundación La Caixa, en el instituto que dirige la instalación eléctrica es de 1963, y si se conectan a la vez todos los ordenadores de los que disponen, que no son tantos, se cae la red. “Los medios son importantes a la hora de afrontar los cambios que se avecinan en la educación, como también lo es reducir la burocracia para conseguirlos”, afirma.
Esta situación debe servir, apunta Íñigo Beristain, director del colegio público de primaria de Labastida (Álava), para reflexionar sobre la escuela en su conjunto, más allá del teletrabajo y la tecnología. “Se ha evidenciado carencias y eso nos tiene que hacer pensar sobre cómo hacer un encaje armonioso entre la escuela presencial y la virtual. En cuanto hemos sacado la conectividad fuera de las aulas han salido esas carencias, dado que hay familias que no tienen esos recursos”, explica, a la vez que pone énfasis en otro factor, además del tecnológico, como es la ética. “Tenemos que llegar a todo el mundo, y la tecnología no sustituye a la escuela presencial”.
Cree además que es el momento de abordar cuestiones como el currículo inabarcable, lo que conduce “a la superficialidad del aprendizaje”; la evaluación, “que siempre lo relacionamos con la calificación, pero debería ser más profunda, y eso nos lleva a personalizar el aprendizaje, porque la escuela no debe ser de talla única”, y potenciar los valores, “como la cooperación y la responsabilidad como ciudadanos, dando importancia al valor de lo público”.
Si tiene que dibujar esa escuela del futuro, Silvia Elices, directora del instituto Valmayor, en Valdemorillo (Madrid), que estos días ha tenido que sortear numerosas dificultades y llamar a diferentes puertas para intentar cubrir las necesidades de alumnos en situación desfavorecida, empieza por la flexibilidad. “Solo así podremos adaptarnos a diferentes situaciones. Además, la autonomía desempeña un papel fundamental”. También cree que los profesores deben ser facilitadores, esto es, “acompañar a los alumnos con calidad, de manera que se hagan cargo de su realidad humana”, a la vez que se impondrán los trabajos por proyectos, más que el examen como herramienta de evaluación.
La tecnología ha llegado para quedarse y cogerá más fuerza, advierte David González, director del centro concertado Fedac Montcada, en Montcada i Reixac (Barcelona), pero el cambio más significativo es que la educación basada en materias no será tan relevante, “ya que tendremos que dar soluciones más creativas”. Se trata de salir de la zona de confort siendo más creativos, tanto profesores como alumnos. “Tenemos que empezar a hablar de las cosas que son importantes, sobre la enfermedad o la muerte. Tendremos niños que han convivido con todo esto, y hay que afrontarlo. Debemos ser más solidarios, aprender a manejar la incertidumbre y saber que una sociedad no se puede planificar”, señala González, quien cree que es importante saber trabajar la autogestión.
Con todo esto coincide Diego Palacios, director del instituto Nuestra Señora de La Victoria, de Málaga, quien opina que la enseñanza presencial no es sustituible, “es complementable, y la función del profesor es la de acompañar al alumno, que a golpe de clic puede tener toda la información sobre una determinada materia”. El reto, afirma, es enorme, ya que se debe garantizar que todos los alumnos tienen acceso a la tecnología. Esta mayor autonomía, “va a beneficiar a los alumnos que son responsables”. Y con todo ello, se deberá construir el aprendizaje.
Fuente: https://cincodias.elpais.com/