Terminado el primer semestre, muchos padres de familia y alumnos reportan estar aburridos y hartos de la modalidad escolar remota que demanda de ellos conectarse a la pantalla y aprender “como si estuvieran en la escuela”. Pasado el primer período de adaptación a lo novedoso, tomar consciencia que esto seguirá en el segundo semestre y el próximo año ha creado una angustia enorme en los alumnos.
Esos jóvenes que de no ser por la pandemia estarían saliendo a diario de la casa para ir al colegio, verse con sus amigos, pasear en bicicleta, hacer deportes o artes, ir a discotecas, iniciar relaciones casuales y romances, ensayando su sexualidad y algunas conductas de riesgo vía alcohol, tabaco si no más… en plena rebeldía y comunicación complicada con los padres en busca de su identidad, se han confrontado con la muralla inquebrantable de las paredes del hogar.
Están obligados a ver 24/7 solo a los hermanos y adultos en casa cuyas rutinas, gestos y comentarios ya conocen hasta la saciedad. La pantalla, como única ventana al mundo externo y al quehacer escolar, se ha vuelto un aparato monótono, predecible, agotador, sin mucho sentido. Los alumnos ahora procuran evadir esta cárcel virtual y distraerse con otras cosas.
El aburrimiento de los hijos pueden ser una ruta hacia la apatía, incomunicación, depresión, violencia y fuga. Ojalá los colegios entendieran que éste no es el momento para las lecciones convencionales y “el avance del programa (como sea)” con las tediosas tareas y exámenes, y los padres entendieran que al presionarlos ponen en riesgo la salud mental de sus hijos.
Fuente: Diario Correo